Son muchas las leyendas, los rituales y las tradiciones de la celebración del solsticio de verano, el 21 de junio, y en cada país o región hay elementos. Hoy en día se siguen celebrando en esta fecha en países como Finlandia, Noruega, Suecia, Estonia, Dinamarca o Reino Unido. Todas tienen en común la presencia del fuego como agente purificador y fecundador. Tan antiguo es su origen que los druidas celtas hacían pasar al ganado por el fuego, encendían altares a los dioses pidiendo un buen año, animaban a las parejas a saltar de la mano para que tuvieran suerte en su matrimonio, etc.
En España el poder de la Iglesia prohibía celebrar fiestas paganas pero admitieron llamarlas «Las fiestas de San Juan» y las trasladaron al 24, el día del apóstol. En Sudamérica Brasil tiene Festas Juninas, en Paraguay, Bolivia, Chile, Perú y Venezuela la noche de San Juan. En España Alicante, Galicia, Asturias, Andalucía, o el País Vasco, entre otras, las playas, en Madrid o Castilla León los parques y así, cada ciudad tiene su lugar que se llena de hogueras: pequeñas, medianas, grandes y gigantes, y todas se saltan. Hay algunos que lo hacen por la excitación que provoca el fuego y la adrenalina del peligro —a veces, por alguna cerveza de más, que suele acabar en tragedia—.
Otra gente se conforma con saltar una hoguera pequeña —a veces, solo un troquito ardiente—. Lo importante, para algunos, es seguir la tradición y antes de saltar escribir en un papel los deseos para el año y guardarlo hasta el siguiente San Juan, después escribir los malos momentos del año, lanzarlos a la hoguera y entonces saltarla.
Sin duda, donde realmente merece la pena verlas es en Galicia, pues sus playas de arena blanca y rocas salvajes forman un entorno perfecto para esta fiesta que está, sobre todo, llena de magia y supersticiones: ¡Quemad todo lo malo!